La luna y el sol no se llevan bien. Ella es oscuridad y frío, mientras él es brillo y calor. La luna termina de trabajar cuando llega el día y él cuando llega la noche. Nunca están de acuerdo.
Cuando se encuentran, dos veces al día, todos los días, sucede el enfrentamiento: el sol lanza sus rayos para intentar quemar a la luna y así tomar su lugar; ella en su defensa, utiliza la espesa neblina que aún queda de la noche para congelar aquellas llamas. En ese momento se paraliza el universo por un segundo.
El sol y la luna no se quieren porque son opuestos. Sin embargo, como muchas cosas de la vida, en su discordia está su perfección. Y el resultado es fascinante solo para quien lo quiere ver.
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